Dejar de fumar
Jugando con las palabras y el título de este escrito se puede decir que antes de fumar está dejar y dejar no es para nada fácil.
Si se viaja por la memoria y se recuerda los momentos en la vida que nos toca dejar, abandonar, perder, es probable que se encuentre usted ante un acto que hace temblar a los más osados.
Dejar un trabajo. Dejar de comer golosinas. Dejar al ser que alguna vez fue amado. Dejar de hacer lo que sabemos fehacientemente que nos hace mal, pero insistimos repetidamente en hacerlo.
Por eso, dejar, es una operación psicológica del orden inconsciente, donde la voluntad muchas veces pierde la batalla ante las pasiones internas que nos llevan por el sendero del placer y la culpa. Luego de comer el chocolate recordamos la caída de la dieta.
¿Quien no a sido castigado por la idea que el placer se hace humo dando paso a la angustia y el vacío?
En ocasiones entre los discursos de diván se puede escuchar la penosa afirmación. “El cigarrillo es mi compañero, mi amigo íntimo en los momentos de soledad. El punto final de una comida...
Pero sin duda, el cigarrillo, es mucho más que estas afirmaciones estereotipadas, es la punta de una angustia oral que insiste y toca el cuerpo del fumador pidiendo que se calme. Que se calme el intolerable vacío que emerge de sus labios.
El motor de la necesidad de fumar es la angustia. Pena añeja tiene que ver con la zona más primitiva de la vida del sujeto. La boca
La boca con la cual succionamos los pechos de nuestra madre en procura de sobrevivir, la boca con que besamos a nuestros amores, la boca con la que mordimos a nuestros enemigos de la infancia, la boca con la que hablamos y nos transformamos el los sujetos que somos.
La boca con la que anunciamos los cambios que muchas veces sucumbieron ante el deseo.
“Hoy dejo de fumar”
En realidad cabe decir, como seguramente usted lo ha notado, que este escrito no pretende dar una receta mágica para dejar de fumar ya que no existen.
Estas letras solo tienen la pretensión que usted reflexione acerca de su angustia y se regale a sí mismo una idea del porque no puede dejar a pesar de que ya es momento.