La palabra ha sido acusada en múltiples ocasiones de ser lábil, de no poder reflejar al pie dela letra la realidad y sus acontecimientos. Hoy por hoy, producto del abandono de la educación como valor y objetivo, vemos como nuestro lenguaje rico el posibilidades se plaga de palabras que caen en desuso. Palabras desahitadas, que dada su complejidad para se interpretadas solo quedan en el olvido.
La sociedad se sintetiza en su discurso, sus metáforas se silencian, la belleza se eclipsa ante la búsqueda fallida donde se pretende que la cosa sea la palabra. El mal entendido es imperdonable, a pesar de que este sea intrínseco de la naturaleza del ser.
Aparecen frases que resumen sensaciones y situaciones de las más variadas “Alta música”. Muchas cosas se puede decir de la estética de los acordes musicales, de los sentimientos que provocan y de lo que cuentan sus estrofas… ¿Alta música?
Algunos sujetos, a sabiendas del desgaste del discurso, usan una batería de adjetivos para expresar los sentimientos, sus angustias su alegría. Ellos temen que si no se subraya la que se dice, si no se recarga y se recarga el contenido no llega. Pareciera que la escucha del otro, se licua, no nos interesa demasiado. Solo leemos copetes y ni siquiera nos tomamos el tiempo de interpretación que un texto o un mensaje se merece, en especial un mensaje escrito u oral….de nuestros seres queridos. Las conversaciones se abrevian al ritmo de un tuit o un wasap.
Pero a pesar de esta crisis del discurso donde los fantasmas de la abreviación y la falta de fortaleza de las palabras, es fácil advertir que se conserva el ancestral miedo a las palabras. Las palabras des- ocultan siempre, a pesar de tener toda la vocación de no decir. El silencio del discurso es una forma de expresión consciente o inconsciente. Si bien la verdad no es la única verdad, el ocultamiento de algunos hechos indudables es el único camino del perverso y los amos para mitigar su advenimiento.
De eso no se habla.
A esa persona no se lo nombra.
Vamos a quemar ese libro.
El expediente tiene que desaparecer.
Ese archivo hay que borrarlo.
Este llega muerto al juicio.
Hay situaciones imposibles de denunciar, los muertos asesinados por el poder llenan las tumbas de los cementerios.
Las palabras pueden hacer caer gobiernos, las palabras pueden curar, las palabras pueden ocasionar rupturas del pensamiento, las palabras no se pueden matar. Pero no existe ningún tirano de este mundo que no haya intentado matar la palabra, producir su ausencia total o desvirtúala hasta que su contenido sea nada, sea nada de nada.
Desde siempre los sujetos que rompen con el paradigma del momento sufren el intento de silenciamiento permanente "hay cosas que no se pueden decir”.
Manifestar algunas cuestiones que tiene que ver con el libre pensamiento y la democracia es una herejía, un pecado mortal. Existen pensamientos fachos y discriminadores que habitan en el interior del inconsciente colectivo de nuestra sociedad. Estas ideas son justamente la que dan sustento de gobernabilidad al amo. El amo detesta lo diferente, teme las palabras y tiene muchos ojos y pocos oídos, especialmente la carencia de oído se manifiesta cuando recibe críticas morales o éticas. El poder nos dice “siempre Goliat mata a David”, lo demás es solo un mito. Se silencia al discurso frente al revolucionario, al que des oculta las miserias del amo, sus pactos secretos a espalda de los suyos. Pero las palabras no pueden morir perduran más allá del emisor.
Me gusta pensar que los hombres pueden morir pero sus ideas no tan fácilmente, hay otros que pueden continuar con ellas.
Como analista se que la interpretación es un acto violento del terapeuta al paciente. El paciente resiste lo que le es imposible escuchar, solo lo escuchará cuando sea su tiempo de análisis.
Pero algunas las palabras no se pueden callar y se sufren cotidianamente, habitan en el interior del inconsciente y pujan por salir, su inhibición conlleva muchas veces a la angustia y otras a síntoma castigadores.
El poder de la palabra es indudable, todos deseamos ser escuchados. Eso resulta insoportable para el amo que pretende ser la única voz, lejos del bien y del mal. El amo pretende matar lo que no controla, el amo desea matar la palabra de todos otros, de todos los fiscales.